Poner en práctica la autogestión mental
Te cuento…, lo que me paso el otro día cuando acompañé a CJ al desfile de una glamurosa revista española, no estaba en mis planes. Le invitaron por su faceta de fotógrafo “byappointmentonly”, y el evento en cuestión era en la Plaza de Toros de las Ventas en Madrid.
Tenía muy reciente el último libro de autogestión mental que me había leído. En él se explica, que todos tenemos dentro
un JUEZ que nos AMARGA la vida, y un SABIO que nos la ENDULZA. Y una vez seamos capaces de identificarlos, podemos elegir a quien damos crédito.
Y dado que,
sólo aprendes lo que practicas, me puse como objetivo ejercitar cuanto antes esas fascinantes enseñanzas recién aprendidas sobre autogestión mental. Y si podía ser esa misma noche, pues mejor!.
Te pongo en situación
Teníamos pase para la Zona Vip, de etiqueta y el plan era
fashion total. Pero la cosa empezó a ir regular, cuando tres minutos antes de salir, me embutí en un glamouroso vestidito que si bien en mi imaginación me sentaba ideal de la muerte, en realidad me hacía parecer a una
morcillita malagueña verde. Y además, o había encogido o algo bastante peor, ¡yo me había agrandado!.

Así que en el último momento y de forma apresurada, decidí cambiar mi estilismo por lo primero que pillé: un señalado mono de Custo, donde dos loritos preciosos se dan un amoroso besito en el pico a lo ancho de toda mi espalda.
Lo malo es que este contratiempo, me hizo consumir el escaso tiempo que tenía para maquillarme, que además se me da fatal. Así que acabé saliendo a la calle cual maléfica pintada, con dos redondeles negros alrededor de los ojos, bastante lejos de la mirada felina y ahumada de la foto que intenté copiar. Me quedó digamos… tipo buho, y la verdad que muy, muy cómoda no iba. Esos días que no lo logras y punto.
Y así llegamos a la plaza de toros, llena hasta arriba de gente porque antes del desfile tocaba
Taburete, un grupo de música que está muy de moda en España.
Tan contentos estábamos con nuestras pulseritas que nos identificaban como ilustres habitantes de la Zona Vip… que empezamos a disfrutar del bullicio, del glamour, del famoseo, y de los muchos modelitos que nos rodeaban.
Lo malo vino después, resulta que había escasísimas sillas libres en las cuatro únicas filas que rodeaban la pasarelas (un poco extraño pensé yo).
Pero CJ, muy en su línea, nada más verlas decidió que si estaban vacías había que sentarse en ellas, así que sin pensárselo más, se sentó en una butaca de la primera y única fila que había numerada -porque hombreee, ¡fijo que un sitio era para él!, ¿Para quién si no?
Fíjate, que yo ya vi raro, que nuestras pulseritas no tuvieran ningún numerito asignado como el de esas sillas, que intuí reservadas para gente infinitamente más Vip que nosotros. Era lo que en el mundillo llaman “front row”.
Poniendo en práctica la autogestión mental
Yo que seguía muy sugestionada por mi libro y la obsesión con ponerlo en práctica, confundí mi sentido común con la vocecita de ese «juez amargador», y pensé: que
“ya está bien, con mi freno mental así que le voy a seguir la bola a CJ, porque algún día hay que cambiar”, por lo que que acabé sentándome a su lado.
Teníamos enfrente a todos los famosos, detrás el resto de filas sin numerar de la Zona Vip y separado por unas cuerdas, el resto de la multitud que estaba expectante por ver a Taburete ya a punto de salir.
Pues bien… todos ellos (multitud y famosos), tuvieron el placer de observar, como un minuto antes de que empezara el show, se acercó una organizadora junto con los dueños de las pulseritas que ¡oh!, ¡tenían el mismo numerito que nuestras sillas!
Y todos ellos contemplaron como a CJ, a mí y a los loros de mi espalda nos levantaban y tal cual, nos quedábamos en medio, de pie y por supuesto ningún hueco disponible. Porque ya no cabía un alfiler.
“Cristinita, esta vez te has lucido. Solo a ti se te ocurre hacer tus jueguecitos mentales teniendo a media farándula española delante, y una plaza de toros llena hasta arriba detrás”
Y todo era pensar en los dos loros de la espalda, menos mal que por lo menos no iba de morcillita malagueña verde que me había puesto al principio.
Escucha a tu SABIO
Superada la sorpresa inicial, continué con mi objetivo.
¿Había decidido practicar mi libro, no?
Y pensé:
“Mi juez amargador me dice que estoy haciendo el ridículo más espantoso, delante de todo el mundo y encima por tonta y por haber querido hacerme la guay para ser como CJ. Pero voluntariamente elijo hacer caso a mi sabio interno, que me dice que ¿qué más da hacer el ridículo si logro que no me importe?.
Lo más útil para mí es mejorar mi autogestión mental y desarrollarme. Pues para eso hay que estar dispuesto a dar algo a cambio, como que te pasen estas cosas”.
¿Qué más me da, hacer el ridículo, si logro que no me importe?
Oye, ¿y si te cuento que después hacer ese ejercicio mental, logré que me resbalara lo que estaba sucediendo?, ¿te lo crees?. Me dio igual que me estuvieran mirando y que nos hubieran echado a la vista de todo el mundo.
Y muy erguida en mis tacones, rodeamos todas las filas de sillas, aterrizando en una de las torres que sostenían el escenario, pero ¡de espaldas al escenario!.
Y empezó a sonar Taburete, pero claro, ¡detrás nuestro!, .. con lo que CJ aprovechó para irse a por una cervecita , … él sí que sabe.
¿Y sabes que pasó cuando me quedé sola?
Pues que vino una persona de seguridad a echarnos a los que estábamos ahí, ¡¡otra vez..!!,
¡¡me echaron por segunda vez en un intervalo de 20 minutos!!. Esta vez nos dijeron que se iba a caer la torre. Cuando me levanté pensé que si me daba la vuelta, fijo que el público me hacía la ola… aunque confieso que también me dieron algunas ganas inmensas de estrangular a los loros, al de seguridad, al juez, ..a Taburete y todo bicho viviente a un kilómetro a la redonda.
Me puse en pie y eché a andar intentando alejarme de ahí, dignamente, con firmeza y naturalidad, rodeando la pasarela, agachándome por debajo de las cámaras, pasando en frente de la farándula española, muy derecha toda yo, muy erguida, muy sin rumbo y muy sin saber donde ir ni como iba a acabar la cosa, porque observaba alarmada, como el recorrido se acababa y yo no encontraba sitio.
En ese momento me vino a la cabeza otra de mis frases preferidas.
“Los emprendedores no esperan. Hacen. Se tiran al ruedo y ya saldrán”. Bueno, algo es algo, por lo menos había logrado yo andar por un ruedo, nada menos que el de Las Ventas!!.
La auto gestión mental funciona
Esta vez tampoco sufrí demasiado, ¡todavía mantenía el juez a raya!.
Decidí que no me afectaba y te confieso que aunque esa segunda vez me tocó un poco las narices, no entré en el bochorno absoluto.
Hace un tiempo, lo normal en mi, hubiera sido querer desintegrarme y morir ahí mismo.
Reconozco que me daba curiosidad saber donde iba a acabar mi paseíto mientras caminaba, y es verdad lo de la frase, que cuando haces, ¡las cosas pasan!.
De repente, vi mi salvación: dos chicas sentadas en la parte de atrás del escenario donde ya estaba llegando, en unos rieles que rodean la plaza, lo suficientemente anchos como para sentarse. Me dirigí a ellas hablándoles como si fuéramos íntimas amigas de toda la vida. ¡Eran mis salvadoras!
Y por puro mimetismo emocional, ellas respondieron igual, simpatiquísimas. Desde aquí les mando un saludo.
Me relajé hablando con ellas tanto, que incluso la semana pasada quedé con una de ellas para explicarle mi
Plan B. La pobre trabajaba sin parar, en un negocio donde hacia todo y al ser empleada no cobraba casi nada, sus jornadas eran de mas de 12 horas al día.
Mi sentimiento de poder
De verdad que disfruté muchísimo de su compañía y su conversación. Cuando CJ y su cervecita llegaron, decidimos irnos, pero salí exultante del evento.
Finalmente, me lo había pasado muy bien!,
me sentí libre, poderosa, y muy orgullosa de mi misma, preparada ya para cualquier otra situación parecida.
Vivimos prisioneros de quedar bien, del qué dirán. ¡Tan pendientes de lo que piensan los otros! ¡Es cansadísimo!…, ¡agotador!.
Piénsalo, continuamente te puede pasar de todo. Pero
si logras controlar y dominar lo que tú piensas al respecto, ¿qué más da lo que te pase?
¡Esa es la libertad absoluta!, así que ¿por qué no esforzarnos en liberarnos, dado que está en nuestra mano?
Un fuerte abrazo,
Cristina
Somos lo que pensamos. Tal cual.
Somos lo que pensamos. Tal cual.
Somos lo que pensamos. Tal cual.
La mente sale a tu encuentro no es un libro más
La mente sale a tu encuentro no es un libro más